domingo, 3 de abril de 2011

Échate un novio vintage

Cuando vamos creciendo, nuestras madres y abuelas se preocupan de que la sensibilidad hacia el sexo opuesto nazca, las películas de Disney enraízan ese sentimiento y tanto Hollywood, como las noticias de Pedro Piqueras, se encargan de dinamitar todo eso. La falacia universal de ser felices y comer perdices se vuelve en una secuencia real en la que las perdices no han sido cocinadas, más bien lanzadas a recuperar sus huevos en Angry birds (o algo así), bienvenidos al mundo real.



Da igual, pase lo pase, haya las crisis mundiales que haya, las guerras que vivamos o las pocas ganas de ver como políticos, mandatarios, famosos de medio pelo y de pelo entero se lo seguirán llevando muerto. Tú mientras pensando porque tu pareja no es capaz de entenderte cuando le hablas o cuál es la verdadera razón por la que el hombre vilipendiado públicamente seguirá siendo un calzonazos. La torre de Babel vive en el interior de cada hombre y cada mujer, condenados a no entenderse y a tener que ceder (diga lo que se diga) en pos de la felicidad ajena.

Cuando hace unos años se inauguró el termino 'metrosexual' se hizo realidad el advenedizo tono romántico de la Francia palaciega, los hombres parecían entender a las mujeres, usaban sus cremas, sus centros de depilación y sus peluqueros. El sensiblismo había llegado para quedarse y que las mujeres sintieran que los hombres pueden llorar en las películas, pueden entenderlas y encima pueden ser sus mejores amigos. Esto ha durado hasta que en realidad con el que quieren estar es con el hombre rudo, con el 'übersexual'.

Pero ojo, no hay que perder de vista lo anterior, no vaya a ser que se arrepientan de la decisión. Lo que creo es que ahora dicen está de moda ser moderno, pero en realidad ellas quieren un novio de los 80, un novio sin tantas tonterias pseudoamorosas, sin tanto azucar y sin tanta Gillette, un novio que pueda ser de segunda o tercera mano, que no hable demasiado, pose mucho y no moleste porque tiene sus propios amigotes. El antinovio ha llegado para quedarse.

Me voy a comprar el jabón de baño del anuncio, a ver si al menos consigo los diamantes, Porque de todo lo anterior aun me niego a renegarme.

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