martes, 22 de marzo de 2011

Señoras y señores... bienvendidos

Desde pequeño he odiado el circo (el tradicional), pero ese sentimiento se quedó ahí hasta que mi padre me lo recordó en una comida familiar con una de sus frases "¡pero si a tí el circo no te ha gustado nunca!", a cuento tras mi grandísima perorata defendiendo Cirque du Soleil. "Normal" le tuve que decir, los olores que recuerda mis fosas nasales hacían de ese espectáculo una aberración del divertimento familiar y español.




Y claro que ha habido intentos (como mi relación imposible con el marisco), pero sin resultados satisfactorios. Lo de ver a elefantes (enanos) agacharse, a señoritas del ballet montando en pie sobre caballos corriendo en círculos, trapecistas andando en línea recta y a payasos tirandose tartas o exagerando la risa... no me ha gustado nunca, pero es que creo que a Alex de la Iglesia tampoco. No entro a debatir si los animales estaban bien cuidados o no, porque la respuesta va a ser más evidente que si Ángel Cristo tenía problemas con el alcohol.

Menos mal que a los ex-artistas callejeros Guy Lalibertè y Daniel Gauthier se les ocurrió trasladar y mezclar la idea de un espectáculo que aunase elementos teatrales, música en directo y un estilo circense único, sin caer en el tópico. La evocación que provoca este viaje hace que la ensoñación sea tan profunda como un sueño infantil, reparando y haciendo renacer el alma tras disfrutar de su visionado.

Dentro de una semana se estrena Corteo, el último espectáculo que aterriza en España del CIrque du Soleil y tengo ganas de volver a mi infancia, no a la de narices rojas, pero sí a la de sueños imposibles.

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